El 2 de enero de 1942 me trajo buenas y malas noticias. Primero, las buenas noticias: descubrí que me habían clasificado como 4F y por tanto no tendría que ir a la Segunda Guerra Mundial para jugar a los soldaditos. No tuve en absoluto la sensación de ser poco patriótico, porque yo ya había luchado mi propia Segunda Guerra Mundial en España, cinco años antes, y tenía un par de agujeros de bala en el culo que lo demostraban.


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